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Aquí, donde tenemos menos de diez investigadores por cada cien mil habitantes y donde se gasta en investigación poco más de ciento diez pesetas por habitante y año, cifras que nos sitúan no ya en el furgón de cola de los países europeos, sino incluso por debajo de muchas naciones del Tercer Mundo, el panorama científico no puede ser más desolador. La otra cara de la moneda de este subdesarrollo científico es lógicamente la de la dependencia tecnológica, principalmente de los Estados Unidos, que supone el pago de royaltys (trescientas cuarenta pesetas por habitante y año) y la fuga al extranjero de nuestros mejores cerebros.
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La responsabilidad política del científico ("Tele/eXprés", 31-XII-74) Joan Senent-Josa
Con el titulo lo dices todo apañero...
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