viernes, agosto 03, 2007

Que te compre quién te entienda

No habían pasado 24 horas desde que habíamos comido juntos en la cantina del central. Entre una pobre ensalada de primero y algún frito de segundo hablábamos de equipos médicos de tomografía, de contrastes y de la claustrofobia de algunos pacientes en las máquinas de resonancia magnética.

Él, médico de profesión se dedicaba a la investigación clínica, desarrollando nuevos cultivos de piel para quemados. En mi familia le pusimos el cariñoso nombre de "el peletero" cuando nos ayudó con el problema de corazón de mi hermano.

Se había pasado unos cuantos años estudiando en E.E.U.U. y, por fin, había conseguido hacerse con algo de financiación y un grupo de investigación. No tenía más que planes y proyectos en la cabeza. Pensaba mandar a una de sus estudiantes a Japón en septiembre y andaba dándole vueltas a la manera de gastar 30000€ que tenía de subvenciones, posiblemente en un equipo de tomografía óptica.

Como decía, no habían pasado 24 horas desde que le vi por última vez cuando una de sus colaboradoras entró en el despacho sollozando "se ha matado con la moto". Hay sentimientos que no se articulan en palabras.

Al día siguiente fue el entierro en el pueblo de sus padres. Me cuentan que murió atropellado por un borracho en un mercedes. No le encuentro ninguna explicación. Decido no pensar más en ello. ¿Es que todo ésto tiene algún sentido?

Al menos, unos días antes, pude devolverle los 32€ que me dejó en una comida de departamento.

Technorati Tags: ,

2 comentarios:

  1. No puedo hablar chino, si no se chino.
    Me habitué a considerar que mi vida intelectual –encarnada por mi padre- y mi vida espiritual- dirigida por mi madre eran dos dominios radicalmente heterogéneos, entre los cuales no podía producirse ninguna interferencia. La santidad era de otro orden que la inteligencia; y las cosas humanas no tenían nada que ver con la religión. Así relegué a Dios fuera del mundo. (Beauvoir, S. Mémories d´une jeune fille rangée, Paris, 1958, p. 44. Citado en Moeller, Ch. Literatura del siglo XX y cristianismo, vol. V, Madrid, 1978, p. 185.)
    Aunque me siga empeñando en gesticular mucho y decir cosas “sin sentido”

    Qué triste me sentía aquel miércoles por la noche, dentro del taxi que me llevaba! Conocía de memoria el trayecto a través de los barrios elegantes: Lancôme, Houbigant, Hermès, Lanvin. Con frecuencia un semáforo en rojo me detenía delante de la “boutique” Cardin: veía sombreros, chalecos, pañuelos, zapatos y botas de una elegancia irrisoria. Más lejos, unos bonitos batines acolchados, de colores suaves (…) Perfumes, pieles, ropa blanca, joyas: la lujosa arrogancia de un mundo en el que no hay lugar para la muerte. (Beauvoir, S. Una muerte muy dulce, p. 111.)


    Demasiado nihilismo venenoso, en mi comida. Para una duda tan real.

    Lo siento por ti chuso, no por el. (Ricardo López, Cosecha propia, p. 1)

    ResponderEliminar
  2. Lo siento de verdad amigo!!

    Nunca es agradable encontrarse tan de lleno con lo absurdo de la existencia.

    Mi más sincero pésame!.

    ResponderEliminar