Lejos han quedado las pretensiones que se marcó la Conferencia de Lisboa de 2000 de convertir Europa en la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo con la construcción, para 2010, del Espacio Europeo de Investigación (EEI). Ocho años más tarde, no hay EEI, y este ámbito sigue igual o peor que entonces. Si lo comparamos con EEUU, Europa y, en concreto España, suspenden en política de investigación y sufren un retraso de 20 años. Así quedó reflejado en el seminario sobre movilidad investigadora, organizado por la Cátedra Unesco de Política y Gestión Universitaria de la Politécnica de Madrid el pasado jueves.
De las 535 universidades más prestigiosas del mundo, 314 se encuentran en Norteamérica, 138 en Europa y sólo una en España, según revela el Academic Ranking of World Universities 2007. Si se tiene en cuenta que en nuestro país dos terceras partes de la investigación nacional se realiza en el ámbito académico, estas cifras caen como bombas en el panorama científico europeo, dejando entrever una clara asimetría en relación con los americanos. Desde el Ministerio de Ciencia e Innovación, su secretario general de Política Científica y Tecnológica, José Manuel Fernández Labastida hacía propósito de enmienda: "Nuestro reto es eliminar estas barreras que van en detrimento de la investigación".
Trabajo tiene por delante el ministerio. Tal y como destacaron los asistentes al seminario, el sistema se desmorona desde la base. Un español tarda 18 años en formarse como científico, mientras que los americanos emplean 12, ya que para ellos no es necesario establecer su propio grupo de trabajo -tarea que les ocupa cinco años en la UE- para lograr el reconocimiento. "Cada vez son más los jóvenes que perciben que la inversión que hay que hacer no se compensa con la rentabilidad que se obtiene", señalaba Javier Uceda, rector de la UPM.
Otro gran déficit de la UE es la movilidad de sus investigadores. "Para atraer el talento hace falta movilidad, y en eso andamos muy escasos", aportó Uceda. Es necesaria para la excelencia, pero según datos de 2005 del Ministerio de Educación, sólo un 20% de los estudiantes de doctorado decide desplazarse al extranjero, y de éstos, un 14,1% lo hace fuera de la UE. "Viajan a EEUU con una beca, pero cuando regresan a su país no encuentran trabajo y el sistema ha facilitado la plaza a otro investigador que no se ha marchado", explicaba Francisco Michavila, director de la Cátedra Unesco, quien también aludió al localismo y a la arraigada cultura europea como problema de la ciencia occidental.
Respecto al empleo, Norteamérica goza de una política de recursos humanos más flexible en la incorporación de personal, integración familiar, accesibilidad en los trámites de inmigración y sueldos que se corresponden con la valía del empleado. En Europa, los investigadores son funcionarios, labor que deben complementar, en muchos casos, con la docencia y que frena su movilidad. "Si no disponemos de centros de excelencia con medidas atractivas, es difícil que alguien quiera venir aquí a trabajar", argumentaba Uceda.
Según los expertos, la UE está viviendo una situación de crisis porque genera mucha productividad, pero poca innovación. "La materia gris de Europa es superior, pero no se aprovecha", apuntaba Michavila, quien responsabilizaba a la falta de confianza y conexión que hay entre la sociedad y la Universidad. Para él, tal vez la solución pase por frenar primero la divergencia entre los propios países de la UE antes de hacer comparaciones.