viernes, julio 04, 2008

El cuento de los gorilas


Érase una vez un parque nacional donde habitaban los últimos gorilas del planeta. Los guardabosques, mal pagados por su país, tenían que decidir todos los días entre proteger el parque de cazadores furtivos y de grupos que quemaban hectáreas de selva para venderlo como carbón o dejarse sobornar y hacer la vista gorda. Los responsables del parque se encontraban en la misma situación, aunque preferían conformarse con el dinero (cada vez más escaso) proveniente de los turistas que querían ver a los grandes primates.
El parque en cuestión se encontraba en un país en guerra donde había tres facciones confrontadas: el ejército propio del país que controlaba una parte del parque, el ejercito de liberación de una tribu que controlaba la zona donde más quema de árboles se producía y un tercer ejército de liberación de otra tribu que controlaba otra parte del parque y que era archienemiga de la tribu anterior. El ejército del país pactaba con el ejército de una tribu u otra según le conviniera, haciendo la vista gorda a genocidios y participando clandestinamente en el negocio del carbón.
Para complicar aun más las cosas, resulta que el parque de nuestra historia hacía de frontera con otros dos países con recientes pasados convulsos que habían causado el desplazamiento de cientos de miles de habitantes (800.000 para ser más precisos) ahora desperdigados por distintas partes del parque. Estos refugiados no tenían absolutamente nada y harían cualquier cosa para llevar algo de dinero a sus familias: matar y vender gorilas, participar en el contrabando de carbón o alistarse en los ejércitos de cualquiera de las tres facciones.

El final de la historia está todavía por escribir pero mucho me temo que ya conozco alguna de sus consecuencias. Para más información ver la revista National Geographic de Julio.

2 comentarios:

  1. Para mi no hay culpa en hacer la vista gorda, Tío Chuso. No se come mirando a los árboles o viéndoles comerse un plátano.

    Mientras no se pongan deacuerdo los turistas y les llegue una pensión vitalicia a los colegas, yo también conozco el final.

    Seria la hostia tener una farmacia 24h. en todos los pueblos del mundo.

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  2. como dice Fito: Ya no sé si el mundo está al revés o soy yo el que está cabeza abajo.

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