Jugadas de la memoria

... Tiempo para el congreso, para quedarse boquiabierto con las maravillas que hacen algunos, para avergonzarse de las mierdas que hacen otros/nosotros, para aburrirse con los oradores plomazo, para tomar café, para aprender y para olvidar. Aprender que hay gente que no te olvida, aunque solo te haya visto una vez y por muchos años que hayan pasado desde ese encuentro. El próximo abril hará ocho años, en una cena con mucha gente que yo no conocía, a penas dos meses de mi llegada a Suecia, yo un yogurín en toda regla, ella una griega a punto de huir del frío báltico, ... ¡Qué jugadas te hace la memoria! Evie, así se llama la helena, entró en mis recuerdos con una vela e iluminó pasajes que no sabía que guardaba: mi mentor llevándome a Upsala en un coche prestado por un navarro que se había enamorado de una polaca afincada en Estocolmo, oscuridad y frío en la carretera, un edificio de estudiantes, habitación de ventana grande y sombras de velas, nosotros con una botella posíblemente de Cava, gente a la que intentaba hablar en mi precario inglés,... Creo no mezclar momentos cuando digo que fue esa noche cuando la anfitriona, Ana, me daba una de las primeras opiniones sobre los suecos: la mayoría muy educados y amables en un primer momento pero que minutos después te ignoraban por completo. Ana les entretenía con cuentos, donde ella era fotógrafa del National Geographic, artista en una gira, deportista de élite,... cualquier cosas valía, incluso la verdad, para llenar los 15 minutos de atención que te prestaban por educación, curiosidad o por su desmedida incapacidad social. Pero volvamos al congreso...

Desde aquí un saludo y mi gratitud a Evie, porque además de inmejorable memoria, me demostró ser una excelente persona.