Las pesadillas que suelo tener no van de monstruos ni psicópatas asesinos, más bien de particulares que me hinchan las narices y con los que termino a guantada limpia, con ensañamiento y sadismo. ¡Analiza eso, Freud! Sin embargo, alguna rara vez como la de hoy, la pesadilla me produce esa sensación primero de miedo (angustia por que te hueles que algo malo puede sucederle a los míos o a mi) para después convertirse en terror (miedo desesperado, próximo a la locura que te atenaza, que no te deja pensar, que sabes inevitable y fuera de tu alcance). Bien que lo he sentido y bien que me ha costado como hora y media volver a conciliar el sueño.
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Si os animáis a leerlo, ya tenéis alguna opinión sobre ello.
Technorati Tags: cuentos, terror,
Coño ni el ikea... entre el Philip K. Dick del otro día y los relatos del Chicho Ibáñez, ya no queda pata inestable en mi casa. Me rio yo del bricomania.
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