martes, abril 01, 2008

¿Por qué no me dejan suicidarme en paz?

Ya son varias las veces que me he preguntado por qué nuestros gobernantes no nos permiten disponer de nuestra vida cuando queramos o, lo que es lo mismo, por qué está prohibido el suicidio en nuestra sociedad. Más bien diría en nuestra sociedad y en cualquier otra presente o pasada porque no tengo constancia de que acabar con tu vida estuviera bien visto en alguna cultura o momento de la historia. ¿Por qué? Salvo que sea por motivos religiosos, se escapa al entendimiento. No encuentro fundamento ético, mucho menos físico, y son muchos los casos que salen a la luz en los que lo más "humano" sería apretar el gatillo. Y de hecho, ayer se me encendió la luz cuando leyendo "El reparador de reputaciones" de R. W. Chambers se mencinaba la construcción de una cámara letal para uso público en el Nueva York de los años 20. Pero Google ha vuelto a poner las cosas en su sitio cuando me devolvía una página en la que se hablaba de que la cámara letal era sólo una invención del susodicho autor (la próxima vez leeré con detenimiento la fecha de publicación del libro; en este caso 1895).
Bueno sea como sea, me quedo con la incógnita pero agradecería opiniones y comentarios al respecto. Por cierto, yo de suicidarme nada. Tengo unas 10E+10 cosas que hacer antes.
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3 comentarios:

  1. Quizás el suicidio, socialmente hablando sea solo la consecución de que el sistema falla; que no es para todos. Darlo por obvio, además de confirmar que tanta legislación no vale para nada, podría ser barra libre en un momento de depresión general.

    Ahora pienso en verde. Si morir en circunstancias extrañas, se diera como normal. Cuanta gente crees que “animaría” a aprender a volar, a sus semejantes, geriátricos frotándose las manos, creo que los mas débiles pagarían las consecuencias.

    P.D. El que quiere volar vuela.

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  2. Referencia obligada: la "cabina de suicidio" en el primer episodio de Futurama.

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  3. Siempre me pareció curioso que la muerte para evitar sufrimiento esté contemplada para los animales (que no pueden pedirlo), pero no para las personas (que sí que pueden).

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